ARTÍCULO 34: DOLOR CERVICAL Y EJERCICIO

El dolor de cuello y hombros es uno de los trastornos musculoesqueléticos más comunes en la población adulta, especialmente en personas que trabajan frente al ordenador durante muchas horas al día. La vida sedentaria, las posturas prolongadas (no posturas malas), el estrés laboral y la falta de actividad física adecuada se combinan para generar un problema que no solo afecta el bienestar físico, sino también la calidad de vida general y el rendimiento laboral. Afortunadamente, la evidencia científica acumulada en los últimos años muestra que diversas estrategias terapéuticas basadas en el ejercicio pueden reducir significativamente el dolor cervical crónico. Este artículo resume los hallazgos más relevantes sobre el papel del ejercicio físico, la terapia manual y las intervenciones en el lugar de trabajo.

1. Ejercicio terapéutico en el trabajo: ¿puede ser suficiente?

Un primer estudio clave, realizado por Saeterbakken et al. (2020), evaluó la eficacia del entrenamiento de fuerza en el lugar de trabajo para reducir el dolor cervical. En este ensayo, se comparó el efecto de realizar 10 minutos diarios de ejercicios específicos de resistencia para el cuello y los hombros, frente a realizar dos sesiones diarias de 10 minutos. Ambos grupos mostraron una reducción significativa del dolor: una disminución del 25% en el dolor medio y del 43% en el dolor máximo percibido, además de mejoras en la calidad de vida. No hubo diferencias entre realizar una o dos sesiones diarias, lo que sugiere que incluso intervenciones breves pero consistentes pueden ser muy beneficiosas.

Los ejercicios empleados incluían encogimientos de hombros, remo con banda elástica, elevaciones laterales y otros movimientos enfocados en activar la musculatura cervical y escapular. Esta propuesta resulta especialmente útil para trabajadores que disponen de poco tiempo, pero buscan una estrategia sencilla y efectiva para aliviar molestias persistentes.

2. ¿Qué tipo de ejercicio es mejor para el cuello?

Un estudio sistemático relevante, liderado por Rasmussen-Barr et al. (2023), analizó los efectos de distintos tipos de ejercicio en pacientes con dolor crónico de cuello, incluyendo control motor, pilates, yoga, ejercicios tradicionales chinos y entrenamiento de fuerza. El análisis de más de 17.000 pacientes reveló que todos los tipos de ejercicio evaluados mostraron efectos positivos en la reducción del dolor a corto plazo. Sin embargo, no se identificó un tipo de ejercicio claramente superior.

Este hallazgo refuerza la importancia de adaptar el programa de ejercicio a las preferencias del paciente. Si bien el control motor puede ser más adecuado para quienes requieren mejorar la estabilidad cervical, el yoga o el pilates pueden ser preferidos por quienes buscan una experiencia más global y relajante. Eso sí, si es individualizado, mejor.

3. Comparando terapia manual y ejercicio terapéutico

En paralelo, un ensayo clínico aleatorizado desarrollado por Bernal-Utrera et al. (2020) comparó la eficacia de la terapia manual frente al ejercicio terapéutico en personas con dolor cervical no específico. Ambos tratamientos mostraron beneficios significativos respecto a la reducción del dolor y la discapacidad. Sin embargo, se observaron diferencias en el tiempo de acción: la terapia manual produjo una reducción del dolor más rápida, mientras que el ejercicio tuvo un efecto más destacado en la mejora funcional.

Esto sugiere que una combinación de enfoques puede ser la opción más eficaz. La terapia manual puede utilizarse como una intervención inicial para controlar el dolor, seguida de un programa de ejercicios que ayude a restaurar la funcionalidad y prevenir recaídas.

4. Intervenciones en el lugar de trabajo: ergonomía y movimiento

En el ámbito laboral, Frutiger et al. (2020) realizaron una revisión sistemática y metaanálisis centrado en trabajadores de oficina. Sus hallazgos demostraron que tanto el entrenamiento de fuerza como las modificaciones ergonómicas en el entorno de trabajo pueden reducir significativamente el dolor cervical. Estas intervenciones incluyeron ajustes en la altura del monitor, sillas ergonómicas, pausas activas y rutinas breves de fortalecimiento.

Aunque la calidad de la evidencia fue variable, los resultados respaldan el uso de intervenciones físicas estructuradas en el lugar de trabajo como método preventivo y terapéutico. Implementar estrategias de movimiento durante la jornada laboral puede resultar en una disminución del ausentismo y mejora del bienestar general del empleado.

5. ¿Más ejercicio es mejor? La importancia de la dosis

Un aspecto clave es la relación entre la dosis de ejercicio y los efectos obtenidos. Estudios como el de Saeterbakken y otros autores han investigado el efecto de la frecuencia y duración del ejercicio en la reducción del dolor. Se ha observado que no siempre más es mejor: entrenamientos breves pero constantes (por ejemplo, 10 minutos diarios) pueden ser tan efectivos como sesiones más largas.

Este hallazgo tiene implicaciones prácticas relevantes. En contextos laborales, donde el tiempo es limitado, proponer rutinas de ejercicio breves y sostenibles puede facilitar la adherencia y generar beneficios clínicos relevantes sin necesidad de grandes cambios logísticos.

Conclusión

En conjunto, la evidencia respalda de forma consistente que el ejercicio físico —ya sea de fuerza, control motor, yoga o pilates— es una herramienta eficaz para el tratamiento y prevención del dolor cervical crónico. Además, su implementación en el entorno laboral, combinada con adaptaciones ergonómicas y apoyo profesional, puede generar beneficios significativos. La elección del tipo de ejercicio debe ser individualizada, considerando las preferencias del paciente y sus necesidades específicas. Finalmente, siempre debe realizarse bajo supervisión profesional, especialmente en casos de dolor persistente o discapacidad significativa.

Invertir en movimiento y fomentar programas de ejercicio personalizados no solo mejora la salud física, sino también la calidad de vida y el bienestar emocional de quienes padecen dolor cervical. La ciencia lo confirma: el ejercicio, bien prescrito, sí es medicina.

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